La relación entre el gusto y el olfato: Estrechamente relacionados
¿Cuál es la relación que existe entre el gusto y el olfato? Lo cierto es que estos sentidos están estrechamente relacionados, ya que la acción de uno incide en el otro de forma considerable para la percepción total de los productos que se encuentran cerca.
¿Por qué el olfato y el gusto están relacionados?
Las bases para entender este vínculo son neurológicas, ya que la acción conjunta de estos recursos consigue estimular distintas terminaciones nerviosas en zonas como las mucosas nasales, orofaringe, etc.
Ambos sentidos son sistemas quimiosensibles, es decir, responden a estímulos químicos, como los que hacen que percibas un perfume de imitación y traslades la información al cerebro.
En el caso del gusto, la clave la encontramos en las papilas gustativas de la mucosa orofaríngea, mientras que el nervio olfatorio es el encargado de dotar al ser humano de captar los aromas y olores.
En algunos círculos, se considera que el sentido del olfato es el que completa al del gusto, por lo que se piensa en ambas funciones de una forma conjunta en muchos aspectos, dada su similitud en cuanto a respuestas químicas. Así, se atiende al olfato como un sentido accesorio para el gusto.
Seguro que entiendes mejor esta relación si tienes en cuenta la expresión “huele que alimenta”, refiriéndose al hecho de que la información acerca de la calidad de un alimento o bebida suele proporcionarla ambos sentidos de forma similar.
Cómo influye el olfato cuando comemos
El olfato es un recurso muy importante cuando degustamos alguna comida o bebida: al introducir el alimento, el olfato interviene en gran medida para determinar la satisfacción, más allá de lo que solemos pensar de que “sabe bien”.
También se ha evidenciado recientemente la existencia de un factor genético que propicia que unas personas tengan más desarrollado un determinado sentido respecto a otras.
La capacidad de saborear y detectar olores guarda relación la cual influye en la forma de alimentarnos.
Según estudios recientes, se ha detectado que las personas que menos perciben los olores presentan un grado mayor de obesidad. Esto es porque la percepción del gusto actúa sobre el cerebro indicando un cierto nivel de saciedad. Es decir, las personas que saborean menos que otras no se sacian de igual manera porque las señales de saciedad que llegan al cerebro son más débiles. De hecho, se sacian menos y por ello ingieren un mayor número de alimentos.
Este factor también puede empujarlos a consumir alimentos que se consideran más sabrosos sin moderación, como pueden ser los hidratos de carbono, bollería, azúcares, comida rápida o procesada, lo cual resulta menos saludable para nuestro organismo causando problemas tales como la obesidad.
El gusto y el olfato trabajan conjuntamente para detectar los sabores de los alimentos. Las papilas gustativas identifican el gusto, como son el dulce, el salado, el agrio y el ácido, y el nervio olfativo los olores. Y es con la suma de estas informaciones por lo que el cerebro es capaz de apreciar y reconocer los sabores de los alimentos.
Así, del mismo modo que el sentido del gusto influye directamente en la forma en la que nos alimentamos, el olfato también nos afecta en nuestra dieta. Ten en cuenta que si nuestro sentido del olfato está algo atrofiado, la información que le estaremos dando al cerebro será diferente a la que enviáremos si se encontrase en perfecto estado, por lo que saboreamos de manera diferente.
Los resfriados
Otra señal del estrecho vínculo entre ambas funciones es la que se puede notar cuando estamos resfriados, ya que, ante la inacción del olfato, los sabores también quedan inhabilitados.
Por tanto, cuando una persona piensa que está perdiendo el gusto, sea por la causa que sea, en realidad, es que se está atrofiando su capacidad olfativa.
Trastornos del olfato y el gusto
En ocasiones sufrimos trastornos en el gusto y el olfato que alteran nuestra capacidad de percibir aromas, gustos y sabores en comparación a cómo los percibimos normalmente. Los más comunes en estos sentidos son:
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Anosmia y ageusia: pérdida total del olfato y el gusto respectivamente.
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Hiposmia: pérdida parcial de la sensibilidad olfativa.
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Hipogeusia: la sensibilidad gustativa reduce los sabores dulces, agrios, amargos o salados.
Estos trastornos alteran la percepción de los sentidos, causando que las personas que los sufren detecten olores que no corresponden con la realidad. Por ejemplo, pueden sentir un aroma o un sabor desagradable cuando debería resultarles agradable y viceversa.
Estas afecciones pueden influir negativamente en su calidad de vida o pueden ser un signo de una enfermedad preexistente.
Por ejemplo, estas alteraciones del olfato y el gusto pueden presentarse por problemas de salud, tales como la obesidad, diabetes, Covid-19, mala alimentación, hipertensión o algunas enfermedades del sistema nervioso como el Parkinson, la esclerosis múltiple o el Alzheimer.
Causas de los trastornos del gusto y el olfato
Las alteraciones o la pérdida del gusto y el olfato, los cuales están estrechamente relacionados y el deterioro de uno puede afectar directamente en el otro, se causan en su gran mayoría por enfermedades como la gripe, resfriados, infecciones sinusales, alergias o virus como el Covid-19.
Dentro de sus posibles causas se encuentran también los cambios hormonales, lesiones en el cerebro, problemas dentales o bucales, pólipos nasales, exposición a algunas sustancias químicas o radioterapia, fumar y el consumo de algunos medicamentos o esnifar ciertas drogas.
En caso de que alguna de estas razones o enfermedades preexistentes provoquen alteraciones en tus sentidos del gusto y el olfato o la pérdida total de algunos de ellos o de ambos, es importante que acudas a un especialista para encontrar un tratamiento adecuado para recuperarlos en la mayor medida posible.
Ten en cuenta que ambos sentidos nos ayudan a mantener una buena calidad de vida y a identificar los peligros que puedan aparecer en nuestro entorno. Si tienes atrofiado estos sentidos, puedes exponerte a complicaciones que resulten verdaderamente peligrosas.
Más que nada porque te impiden identificar olores como el humo provocado por el fuego, pérdidas de gas o gases tóxicos. Mientras que la pérdida o reducción del gusto no expondría ante alimentos y bebidas en mal estado o contaminados.
Cómo tratar los trastornos del gusto y el olfato
La relación que hay entre el gusto y el olfato hace que ambos sentidos funcionen mejorando nuestra calidad de vida. Por ello, es importante que busquemos una solución si alguno de ellos comienza a presentar los síntomas de su trastorno.
Para ello, es importante acudir a un especialista para identificar la causa de la afección y encontrar así el tratamiento adecuado que recupere el sentido perdido. Dicho tratamiento dependerá de los síntomas, de la edad y del estado de salud en general, como también de la gravedad del problema.
Aún así, lo más habitual para tratar los trastornos del gusto y el olfato son suspender la medicación que ha contribuido a los trastornos, tratar la enfermedad preexistente, terapias olfativas o gustativas, dejar el consumo de tabaco o llevar a cabo una cirugía para eliminar pólipos o posibles obstrucciones.
Como venimos diciendo, el cuidado de ambos sentidos nos garantizan un buen estado de salud y una buena calidad de vida. De hecho, estos sentidos se relacionan con otros aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, ¿sabes cómo se relaciona el sentido del olfato con las emociones?
Diferencias entre el gusto y el olfato
Aunque sean dos sentidos que tienen una gran relación entre sí, también podemos diferenciar algunos aspectos.
Teniendo en cuenta la semejanza entre ambas capacidades de su acción con sustancias químicas, hay que diferenciar que el olfato capta las partículas químicas que se mantienen en el aire, mientras que el paladar se encarga de interpretar la información de las sustancias que se disuelven en el agua.
En definitiva, el gusto y el olfato son dos sentidos estrechamente conectados entre sí, ya que se perciben de forma conjunta para hacer llegar la información al cerebro, pero las vías neuronales de cada uno son distintas.